Mujeres sabias y brujas

12.2.07

Las yemas de la esperanza

A veces tenemos la sensación de caminar por un desierto. O lo que puede ser todavía peor, vemos nuestro futuro de esa manera.
A veces nos quedamos con lo inmediato sin contar para nada con nuestras acciones pasadas, que pueden tener como consecuencia un futuro mejor.
A veces, muchas, incluso demasiadas, tenemos miedos que nos hacen temer por los diferentes cambios que a lo largo de la vida se van produciendo. Y parece que cada cambio sea un salto insalvable en el que nunca sabemos si debajo de nosotros hay o no red de protección.
En algunas ocasiones, donde pensábamos que existiría un desierto existe un vergel con tallos llenos de yemas que esperan la primavera para florecer. Y la primavera no siempre es entre los meses de marzo y junio. Puede llegar en pleno diciembre. O en febrero.
Y esas yemas son las guardianas de nuevas esperanzas. De ilusiones renovadas que un día aparecerán llenando nuestro espacio con su aroma y mostrándonos toda su lozanía. Porque están ahí. Fueron capaces de esperar durante el duro desierto y el frío invierno. Incluso llegamos a pensar que habían desaparecido. Pero no era así. Sencillamente se estaban protegiendo un poco más de lo habitual para que las duras condiciones del momento no las dañaran.
Posiblemente siempre estuvieron ahí. Quizás nosotros, en este caso yo misma, no fui capaz de verlas durante un tiempo. Un tiempo en que sólo reinaba la decepción, la desilusión y la desesperanza. Un tiempo de duelo en el que sólo el calor de las amigas y amigos fue capaz de hacerme sonreír y donde siempre encontré el calor benefactor de la ternura.
Y ahora, pasado en gran medida ese tiempo ya soy capaz de ver que donde creía que había un desierto, hay una pradera llena de yemas esperando florecer. Hay mucha esperanza por conquistar, muchas ilusiones por las que luchar, y sobre todo mucha alegría por vivir.
O mejor dicho mucha alegría que compartir con ellas y ellos. Con las personas que nunca permitieron que el frío del invierno más duro me calara por completo. Las personas que cuidaron de que esas yemas que ahora aparecen, nunca fueran arrasadas mimándolas y procurando que nunca les faltara la dosis justa de ternura para que pudieran sobrevivir en las condiciones más adversas.
No tardarán en florecer. Lo presiento. Y será en ese momento en que las podré ofrecer a quienes las merecen. Ya comienzo a sentirlas dentro de mi ser más profundo. Y en esa medida, ya soy capaz de afirmar que, una vez más, existe red de protección cuando apuestas por ser un poco más libre y, posiblemente también, un poco más feliz.
Ben cordialment.
Teresa

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